En el escenario actual de la Inteligencia Artificial, la propuesta de Microsoft con Copilot parecía ofrecer un salto hacia adelante: una IA que nos ayudará en Word, Excel o Teams. Sin embargo, tras adentrarnos en su uso cotidiano, emerge una reflexión crítica: situar la IA como mero complemento de producto es un error que debilita su verdadero valor como compañero experto.
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Un asistente encorsetado
Microsoft ha diseñado Copilot como un añadido a su ecosistema: limitado a sus aplicaciones, dependiente de OneDrive y orientado a funciones básicas. Esto impide que la IA desarrolle contexto profundo, como se ha observado en Excel, donde Copilot falla al analizar datos incluso sencillos, mientras la tecnología subyacente (GPT-4) sí podría hacerlo si no estuviera restringida (IT Pro). La crítica interna no se hace esperar: “fueron 13 ‘Copilots’ distintos”, sin coordinación clara (Windows Central).
Internamente y entre usuarios, el feedback es claro: muchos prefieren seguir empleando ChatGPT y luego copiar el resultado en Office, porque Copilot no alcanza su nivel por su falta de potencia y fluidez (Windows Central, Business Insider). Si aspiramos a una IA que coopere como colega, no basta con integrarla superficialmente en aplicaciones propias.
La lentitud como costumbre corporativa
Este no es un error aislado: Microsoft ha tropezado en momentos cruciales del cambio tecnológico. Durante la era del navegador, impuso Internet Explorer atado a Windows, provocando investigaciones antimonopolio en Europa. En el pasado más reciente, compañías como Yahoo o Lotus tampoco supieron ver a Google o a Windows como futuras fuerzas dominantes. Esa inercia empresarial se repite: grandes firmas incapaces de reaccionar con agilidad.
La miopía de priorizar lo propio
Microsoft siempre ha privilegiado su propio ecosistema—un enfoque rentable a corto plazo, pero arriesgado. El “embrace, extend and extinguish” evidencia que impulsar tecnologías propietarias en lugar de estándares abiertos ha sido parte de su ADN corporativo. Aunque poderoso, este enfoque limita la innovación y fragiliza la percepción de calidad frente a competidores más flexibles.
Reclamos legítimos desde usuarios y reguladores
El despliegue agresivo de funcionalidades de Copilot ha provocado rechazo. Los usuarios han descrito interrupciones creativas —como documentos desaparecidos o alteraciones de formato— y exigen opciones simples para desactivar la IA (Financial Times). Además, el uso indiscriminado del nombre “Copilot” en múltiples productos ha generado confusión, hasta la intervención de un organismo regulador, que pidió transparencia en la marca (The Times of India).
Hacia una IA digna de confianza y colaboración
En lugar de diseñar IA como asistentes marginales, Microsoft podría apostar por hacer de Copilot un verdadero compañero: capaz de trabajar fuera de su jaula de producto, aprender del usuario, tener voz e identidad—como sugiere la visión del responsable de IA, Suleyman—y forjar una relación duradera y personalizada (AP News).
Tal transformación requiere audacia, apertura y visión a largo plazo. Solo así la IA dejará de ser un añadido opcional y se convertirá en un aliado real en el trabajo cotidiano.